Quien haya intentado empezar un huerto urbano se habrá dado de bruces contra un problema de difícil solución, por mucho que riegue y cuide sus calabazas, calabacines o melones, las flores amarillas no se convierten en el fruto deseado. Y es que estas plantas tienen dos tipos de flores: masculinas y femeninas, con lo que la polinización de las mismas se complica (algo que no es tan obvio cuando, primerizos en los cultivos, escogemos las plantas que compondrán nuestro huerto). En el campo son las abejas y otros animales los encargados de polinizar estas plantas, en la ciudad, de momento, mejor plantar tomates (de flor hermafrodita).
Es indudable que las abejas son un elemento esencial en el buen mantenimiento de nuestros ecosistemas, además, nos permiten conocer el estado de los mismos, ya que no sólo son uno de los vectores más importante en la polinización sino que también son un buen indicador de la contaminación del aire y del agua. Para la Unión Nacional de la Apicultura Francesa (UNAF)son las “Centinelas del medio ambiente” y así se llama el programa que lanzaron en 2005. El objetivo de este programa es involucrar a empresas y administraciones en la conservación de la abeja y su implantación en las ciudades. Los colaboradores del proyecto se comprometen a colaborar con la UNAF en la promoción de estos insectos y sobre todo a la creación de una colmena en sus terrenos. Varias empresas como GrDF y L’Oreal o administraciones como la Aglomeración de Burdeos o el Principado de Mónaco ya tienen instaladas las colmenas en techos, parques y jardines, según las posibilidades de cada uno.
También los particulares se han lanzado a la apicultura amateur en ciudad y es que según un artículo de Oliver Razemon aparecido en Direct Matin, las colmenas de particulares instaladas en Paris se cuentan por centenares. En la página “Les abeilles à Paris” se analiza la idoneidad de la introducción de las abejas en las ciudades y en Paris en particular. En las urbes se encuentran protegidas por un ligero aumento de la temperatura, por el control en las floraciones de parques y jardines y el nulo uso de insecticidas en el tratamiento de las plantas.
Sin duda, cada vez más, los límites entre la ciudad y el campo se difuminan. Las experiencias de este tipo de proyectos nos indican un camino en el que las ciudades son algo más que estructuras de acero y hormigón consumidoras de recursos y se transforman en un ecosistema independiente.