El debate está servido.
Lo que es cierto es que normalmente estas señales customizadas hacen sonreír al que las ve y suelen ser fotografiadas [para muestra no hay más que buscar en google].
El responsable es el artista Clet Abraham, un pintor y escultor francés que reside en Italia, y que en sus viajes se dedica a cambiar las señales de tráfico de las distintas ciudades que visita a base de pegatinas.
Las de la imagen son todas de Londres, y, curiosamente, esta vez sólo aparecieron en la señales de Prohibido [o al menos nosotros sólo las vimos en ellas], pero las señales que "personaliza" son más. La lista de ciudades que ya han "prestado" sus señales de tráfico a este artista cada vez es mayor. Valencia y Barcelona están como representación española. Además Florencia, Roma, Milán, Palermo, París...
Su explicación a este arte urbano, o arte callejero, es ésta: «Nous sommes toujours plus envahis par la signalétique ; l'espace urbain délivre quantité de messages basilaires et unilatéraux, certes utiles, mais pour le moins bêtifiants. Je voudrais, en revanche, qu'à l'unilatéralité du message soit substituée l'idée de réversibilité, qu'un sens nouveau s'ajoute au premier, orientant d'autres niveaux de lecture.» [según Wikipedia]
Sin embargo, como hemos dicho antes, el debate está servido. Es arte urbano y a la gente le hace sonreír, pero ¿en que momento modificar unas señales de tráfico deja de ser vandalismo para ser arte urbano? Si hacen sonreír a la gente y llaman la atención de los peatones, ¿también lo harán de los conductores, de forma esta vez negativa, haciéndoles distraerse décimas de segundo, quizás, que pueden ser valiosas para reaccionar frente a un posible accidente? Podemos aprovechar para comentar que las ciudades están excesivamente diseñadas para el automóvil y esto debería ser una llamada de atención al respecto, pero es obvio. Sin embargo si que queremos plantear abiertamente el debate, ya que si hay anuncios que han sido críticos y criticados por provocar accidentes al distraer a los conductores, quizás estas actuaciones jueguen en el mismo bando, ya que el problema no es que les hagan gracia a los conductores, el problema son las consecuencias que puedan tener el que les haga gracia.