Una práctica más bien desconocida en la cultura popular [y para muchos profesionales], pero que solucionaría muchos problemas de los que surgen en las zonas verdes que creamos artificialmente, además de favorecer la sostenibilidad. Esta práctica empezó en la década de los 80 para
hacer frente a la sequía de la década anterior, y en los 90 fue cuando empezó a
ser conocida en Europa (aunque muchos jardines históricos ya cumplían sus
características). Aunque el
bajo coste del agua unido a la percepción de encarecimiento de cualquier
innovación, hace que no se encuentre justificado implantar el xerojardín sólo
para ahorrar agua, un jardín con estas
cualidades no sólo consume cuatro veces menos agua que uno normal, sino que
también implica un cuidado ecológico utilizando productos fitosintácticos,
reduciendo el mantenimiento, evitando el uso de agregados químicos y la
intervención de maquinaria en jardinería para ahorrar el gasto de combustible y
energía, con el consecuente ahorro económico y la educación indirecta
medioambiental al ciudadano.
Mejoras sostenibles
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Inconvenientes
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Ahorro de agua
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Inversión inicial en cambio de especies y
rediseño
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Ahorro económico por la necesidad de un
menor mantenimiento y mayor vida de las especies.
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Inversión en formación de los
trabajadores
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Reducción de la contaminación
medioambiental al utilizar productos ecológicos y reducir (o eliminar) el uso
de maquinaria.
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Si sólo se realiza con el fin de ahorrar
agua, es poco el resultado obtenido
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Educación medioambiental
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Mejoras de la calidad de vida de las personas
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Educación medioambiental
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Atmósfera menos contaminada y más limpia
(salud)
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Ahorro económico a la sociedad en
mantenimiento
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Ahorro económico a la sociedad en agua
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Criterios
Las siete pautas básicas para implementar la Xerojardinería fueron establecidas por el National Xeriscape Council. Fundación Ecología y Desarrollo, apartado “Agua–Dulce Eficiencia de agua en las ciudades” oct. 2009.
- Planificar y diseñar del jardín, teniendo en cuenta el tipo de uso que va a tener y las condiciones propias del lugar: climáticas y microclimáticas, topográficas, edafológicas y vegetación existente.
- Analizar el suelo, tanto físico y químico, como topográfico.
- Seleccionar adecuadamente de las especies, prevaleciendo las autóctonas y agrupar las que tengan requerimientos similares (agua, luz…)
- Realizar un uso eficaz del césped, reducir su superficie o sustituirlo por recubrimientos o tapizantes.
- Regar de forma eficiente, diferenciando las zonas de riego elevado, moderado y bajo, distribuyendo las especies conforme a ello. El sistema más conveniente es el localizado (goteo y microaspersión), dejando el aspersor para el césped y el manual para aportes puntuales necesarios.
- Usar recubrimientos o “mulching” (orgánico o inorgánico) para evitar la evaporación del agua, la aparición de malas hierbas, la erosión y la escorrentía superficial y proteger de las heladas.
- Realizar un mantenimiento adecuado.